Fazemos vista grossa ao "copyright" e ... Não resistimos a colocar neste blog as opiniões de grandes professores de economia.
Este é de Samuelson.
Boas reflexões! Nos ainda o estamos a "digerir".
ANÁLISIS
Las lecciones económicas que la historia no puede enseñarnos
PAUL A. SAMUELSON 08/06/2008
Las lecciones económicas que la historia no puede enseñarnos
PAUL A. SAMUELSON 08/06/2008
Hace un siglo, el estimado filósofo George Santayana advertía que "quienes no conocen la historia se verán obligados a repetirla". Y se puede añadir que "los que sabemos historia nos veremos obligados a repetirla con ellos".
¿Por qué nuestros expertos más experimentados no previeron la crisis financiera mundial provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2006?
Nadie puede pronosticarlo todo sin equivocarse nunca. Pero la precisión media de los pronósticos a largo plazo de los líderes varía. Alan Greenspan, durante sus décadas de servicio público y asesoría privada, era definitivamente mejor que la mayoría. Antes de 1997 cometió algún que otro fallo. Pero la mayor parte de las veces fueron pecados veniales, no lo que los teólogos denominan pecados mortales.
Sin embargo, justo antes de jubilarse como gobernador de la Reserva Federal, en enero de 2006, Greenspan cometió un error garrafal que arruinará para siempre su reputación.
Mientras el estallido de la burbuja de las hipotecas basura se desarrollaba ante él, él lo veía todo de color de rosa. Los nuevos modelos de ingeniería financiera, sometidos a una drástica liberalización, reventaban estruendosamente a causa de las malas decisiones financieras. A Greenspan le parecía una forma inteligente de asumir riesgos por parte de respetados activistas de Wall Street.
Lo que antes y después del hecho eran malas finanzas, Greenspan lo veía como algo prometedor. Sospecho que esto se debe a sus recuerdos inconscientes del liberalismo extremo de Ayn Rand.
Pero Greenspan no ha sido ni mucho menos el único. Ninguno de los directores generales de los mayores bancos de inversión tenía ni la más remota idea de las matemáticas de los derivados o del hiperendeudamiento y falta de transparencia en los que estaban cayendo.
Ahora, los expertos del Wall Street Journal nos dicen los lunes, los miércoles y los viernes que "lo peor ha pasado ya". Pero los martes, los jueves y los sábados aseguran que "lo peor aún está por llegar".
¿En qué quedamos? ¿Qué conocimiento de la historia pasada podría ayudar a responder a esa oportuna pregunta? La historia económica real, casi por definición, es lo que los matemáticos denominan una serie temporal no estacionaria. Las probabilidades pasadas pueden resultar útiles, pero sólo hasta cierto punto. Y cuando ocurren cosas nuevas, a veces parlotear de historia puede resultar muy peligroso.
Siempre puede haber algo nuevo bajo el sol, aunque uno no deba darlo por hecho. La gran depresión de 1929-1939 no podía ocurrir, pero ocurrió. La Alemania de Hitler estuvo a punto de ganar la Segunda Guerra Mundial, pero la perdió.
Todo lo anterior es una forma de decir que nadie puede saber a ciencia cierta cuándo se recuperará la economía mundial del gran bache que atraviesa últimamente. Sin embargo, una cosa sí sabemos. No podemos dar por hecho que el sistema se restablecerá por sí solo. El jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, hizo lo que tenía que hacer cuando amplió las competencias de nuestro banco central para controlar la sangría financiera.
Yo supongo que después de la victoria del Partido Demócrata en noviembre de 2008 será necesario que la política se desplace un poco más hacia el centro: 1) para una regulación más sensata; y es posible que 2), Estados Unidos tenga que acabar multiplicando el gasto federal para solucionar el caos provocado por la ingeniería financiera.
Eso es lo que hubo que hacer en Estados Unidos y en Alemania en el periodo de 1933-1939 para recuperarse de la depresión provocada por el enorme gasto deficitario. Esto, y no la relajación del crédito por parte de los bancos centrales, es lo que devolvió las oportunidades de empleo a uno de cada tres parados de larga duración estadounidenses y alemanes.
Buscar chivos expiatorios es demasiado fácil. Los que se encargan de controlar el riesgo especulativo en la Comisión del Mercado de Valores estadounidense (SEC) se quedaron dormidos al volante, al igual que los responsables de los bancos centrales de Estados Unidos y Reino Unido, y el nuevo Banco Central Europeo. ¿Y dónde estaban las grandes, probadas y fidedignas empresas contables? Liderando y apoyando la embestida hacia abismos desconocidos de endeudamiento y riesgo, en lugar de tratar de controlarlos. Y la lista no se acaba nunca.
Me detengo en el indecente fracaso de las tres principales agencias de calificación. Otorgaban indiscriminadamente la mejor calificación al pescado bueno, al adulterado, y al adulterado y maloliente. ¿Por qué? Pues porque, como es lógico, de lo contrario perderían las grandes comisiones que los clientes pagaban sólo a los mensajeros que traían buenas noticias.
En resumidas cuentas, el sistema financiero durante la guardia del presidente Bush se había vuelto sistemáticamente frágil y peligroso.
Después de todas mis malas noticias, puede que suene optimista si digo que el caos tiene solución. Con el tiempo y con sentido común, tras la victoria en noviembre de las políticas centristas, podrán remediarse todos los grandes males.
Sin embargo, dado que las viviendas, las oficinas y las fábricas son bienes tan duraderos, es probable que la crisis inmobiliaria no dure meses, sino años. Es más, los realistas deben esperar las habituales medidas iniciales poco sensatas por parte de los vencedores demócratas, como las que descalabraron los planes del new deal de Franklin Roosevelt durante sus primeros años de presidencia. También las buenas acciones económicas del presidente Clinton se produjeron principalmente durante su segundo mandato en la Casa Blanca.
Ninguna democracia es perfecta. Lo preocupante son las promesas que los ganadores tienen que hacer a algunos grupos concretos para ganar.
Dejo para otro día la amenaza del proteccionismo extremo alimentada por todo lo que las clases medias han tenido que sufrir durante los ocho años de Bush en el poder.
Nadie puede pronosticarlo todo sin equivocarse nunca. Pero la precisión media de los pronósticos a largo plazo de los líderes varía. Alan Greenspan, durante sus décadas de servicio público y asesoría privada, era definitivamente mejor que la mayoría. Antes de 1997 cometió algún que otro fallo. Pero la mayor parte de las veces fueron pecados veniales, no lo que los teólogos denominan pecados mortales.
Sin embargo, justo antes de jubilarse como gobernador de la Reserva Federal, en enero de 2006, Greenspan cometió un error garrafal que arruinará para siempre su reputación.
Mientras el estallido de la burbuja de las hipotecas basura se desarrollaba ante él, él lo veía todo de color de rosa. Los nuevos modelos de ingeniería financiera, sometidos a una drástica liberalización, reventaban estruendosamente a causa de las malas decisiones financieras. A Greenspan le parecía una forma inteligente de asumir riesgos por parte de respetados activistas de Wall Street.
Lo que antes y después del hecho eran malas finanzas, Greenspan lo veía como algo prometedor. Sospecho que esto se debe a sus recuerdos inconscientes del liberalismo extremo de Ayn Rand.
Pero Greenspan no ha sido ni mucho menos el único. Ninguno de los directores generales de los mayores bancos de inversión tenía ni la más remota idea de las matemáticas de los derivados o del hiperendeudamiento y falta de transparencia en los que estaban cayendo.
Ahora, los expertos del Wall Street Journal nos dicen los lunes, los miércoles y los viernes que "lo peor ha pasado ya". Pero los martes, los jueves y los sábados aseguran que "lo peor aún está por llegar".
¿En qué quedamos? ¿Qué conocimiento de la historia pasada podría ayudar a responder a esa oportuna pregunta? La historia económica real, casi por definición, es lo que los matemáticos denominan una serie temporal no estacionaria. Las probabilidades pasadas pueden resultar útiles, pero sólo hasta cierto punto. Y cuando ocurren cosas nuevas, a veces parlotear de historia puede resultar muy peligroso.
Siempre puede haber algo nuevo bajo el sol, aunque uno no deba darlo por hecho. La gran depresión de 1929-1939 no podía ocurrir, pero ocurrió. La Alemania de Hitler estuvo a punto de ganar la Segunda Guerra Mundial, pero la perdió.
Todo lo anterior es una forma de decir que nadie puede saber a ciencia cierta cuándo se recuperará la economía mundial del gran bache que atraviesa últimamente. Sin embargo, una cosa sí sabemos. No podemos dar por hecho que el sistema se restablecerá por sí solo. El jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, hizo lo que tenía que hacer cuando amplió las competencias de nuestro banco central para controlar la sangría financiera.
Yo supongo que después de la victoria del Partido Demócrata en noviembre de 2008 será necesario que la política se desplace un poco más hacia el centro: 1) para una regulación más sensata; y es posible que 2), Estados Unidos tenga que acabar multiplicando el gasto federal para solucionar el caos provocado por la ingeniería financiera.
Eso es lo que hubo que hacer en Estados Unidos y en Alemania en el periodo de 1933-1939 para recuperarse de la depresión provocada por el enorme gasto deficitario. Esto, y no la relajación del crédito por parte de los bancos centrales, es lo que devolvió las oportunidades de empleo a uno de cada tres parados de larga duración estadounidenses y alemanes.
Buscar chivos expiatorios es demasiado fácil. Los que se encargan de controlar el riesgo especulativo en la Comisión del Mercado de Valores estadounidense (SEC) se quedaron dormidos al volante, al igual que los responsables de los bancos centrales de Estados Unidos y Reino Unido, y el nuevo Banco Central Europeo. ¿Y dónde estaban las grandes, probadas y fidedignas empresas contables? Liderando y apoyando la embestida hacia abismos desconocidos de endeudamiento y riesgo, en lugar de tratar de controlarlos. Y la lista no se acaba nunca.
Me detengo en el indecente fracaso de las tres principales agencias de calificación. Otorgaban indiscriminadamente la mejor calificación al pescado bueno, al adulterado, y al adulterado y maloliente. ¿Por qué? Pues porque, como es lógico, de lo contrario perderían las grandes comisiones que los clientes pagaban sólo a los mensajeros que traían buenas noticias.
En resumidas cuentas, el sistema financiero durante la guardia del presidente Bush se había vuelto sistemáticamente frágil y peligroso.
Después de todas mis malas noticias, puede que suene optimista si digo que el caos tiene solución. Con el tiempo y con sentido común, tras la victoria en noviembre de las políticas centristas, podrán remediarse todos los grandes males.
Sin embargo, dado que las viviendas, las oficinas y las fábricas son bienes tan duraderos, es probable que la crisis inmobiliaria no dure meses, sino años. Es más, los realistas deben esperar las habituales medidas iniciales poco sensatas por parte de los vencedores demócratas, como las que descalabraron los planes del new deal de Franklin Roosevelt durante sus primeros años de presidencia. También las buenas acciones económicas del presidente Clinton se produjeron principalmente durante su segundo mandato en la Casa Blanca.
Ninguna democracia es perfecta. Lo preocupante son las promesas que los ganadores tienen que hacer a algunos grupos concretos para ganar.
Dejo para otro día la amenaza del proteccionismo extremo alimentada por todo lo que las clases medias han tenido que sufrir durante los ocho años de Bush en el poder.
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